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Edificio de la CNEA |
HISTORIA DE LA CIENCIA
ARGENTINA(1)
En este domingo gris, en el que no dan ganas de andar afuera, acabo de encontrar un viejo reportaje al Sr. Don Diego Hurtado de Mendoza (La Nación, 28 de Agosto del 2.004) respecto a su labor como historiador de la ciencia en Argentina. Al encontrarlo, pensé que se estaba iluminando un tema hasta hoy en penumbras. Pero al leerlo comprobé que no se está gestando nada nuevo bajo el sol.Enseguida surge como un acto fallido el hecho de que primero Don Diego mencione a la energía atómica como ejemplo de desarrollo científico en Argentina. Aunque lo haya hecho con una cronología muy vaga para un historiador (de todos modos, el porqué de esa vaguedad saltó luego a la vista.) Al referirse a la energía atómica mencionó que:
- “Durante la década de 1.950 [notar que se remitió a una década, para obviar un año concreto y conflictivo para él: 1.950 -nota mía- ] se veía como la gran panacea y así la vendían las potencias - entre otras, los Estados Unidos -, porque vislumbraban un mercado muy promisorio de venta de reactores. La Argentina se embarcó en ese proyecto y hoy en día es un país nuclear que exporta tecnología de punta.”
Y digo acto fallido, porque habiendo mencionado a la energía atómica, Don Diego ya no podía obviarla en el reportaje. Por eso cuando enseguida la periodista le preguntó:
- "!¿Cómo se logró un desarrollo tecnológico de vanguardia en un país tan traumático como la Argentina?," su respuesta no aclaró nada, diciendo:
- "La historia de la ciencia local se explica perfectamente al ritmo de crisis económicas y golpes militares. Sin embargo, el desarrollo nuclear fue más bien atípico. A diferencia de la universidad, pudo atravesar todos esos cataclismos (Noche de los Bastones Largos, hiperinflación, rodrigazo, golpe del 76, vuelta a la democracia, crisis económica del 89) con cierta continuidad.” En esta respuesta ya se perfila el escamoteo de Don Diego respecto a la verdadera historia del origen de la Comisión Nacional de Energía Atómica – CNEA-
Enseguida Don Diego forzó la introducción del nombre de Perón, que había obviado al mencionar el surgimiento de la ciencia atómica en Argentina, presentándolo no como su mentor, sino como el responsable de “…el caso más traumático y bochornoso de la historia de la ciencia en nuestro país.” Pero se abstuvo de decir que la CNEA fue el saldo más que positivo de aquél “bochorno.” Porque la CNEA fue creada el 31 de mayo de 1.950 por Decreto Nº 10.936/50, merced al interés de Perón por la energía atómica recientemente descubierta y que en sus pasos preliminares dio lugar a aquellas circunstancias que Don Diego denominó “bochorno.” Y cabe aclarar que entonces la Argentina NO SE EMBARCÓ EN NINGÚN PROYECTO como dijo este historiador (ver subrayados previos), puesto que el proyecto atómico de Argentina fue totalmente propio e independiente.
Y si dio lugar a lo que este consideró “bochornoso”, fue porque los pasos erróneos que se fueron tanteando en un tema mundialmente casi desconocido, fueron luego magnificados por los mismos personajes que, rebosantes de prosopopeya, en Argentina siempre trataron de tapar el sol con la mano. En un esfuerzo por resaltar más aquél supuesto “bochorno”, Don Diego cometió otro acto fallido al referise a cómo se intentó el desarrollo nuclear en Brasil, al decir que:
- “Entraron por un lado más serio: la Universidad de Chicago, que fue donde Arthur Compton decidió instalar gran parte del proyecto Manhattan, donde Enrico Fermi realizó la primera reacción sostenida de fisión."
Muy acertadamente, la periodista en ese momento expresó:
- “Sin embargo, en este rubro, la Argentina llegó a un desarrollo propio que Brasil no alcanzó.” A lo cual este replicó:
- “Algunos historiadores de la ciencia brasileños también lo consideran así. Uno de ellos me preguntó en una ocasión cómo, si en la década del 30 teníamos el mejor sistema educativo de América latina y si teníamos trigo, petróleo y carne, estamos en la situación en que estamos.” Otra respuesta evasiva, escamoteando el verdadero origen de la CNEA, como una de las principales ramas de la ciencia de la cual Argentina debe enorgullecerse y cuya verdadera seriedad, en comparación con el proyecto brasileño supuestamente más serio, surge de los resultados de uno y otro.
Y cuando Don Diego se refirió a la aparición del INTI e INTA en 1.956 (y no es casual esta fecha que el historiador usa como jalón..!), lo hizo como si al INTA lo hubiesen sacado de la galera los que dieron el golpe militar de 1.955, obviando las importantes bases previas sentadas por el Instituto de Suelos y Agrotecnia (de existencia aún anterior a los primeros gobiernos de Perón).
Por la prosapia a la que induce su nombre y por sus contactos explícitos con Mario Bunge y su también explícita admiración por Ernesto Sábato, sería explicable que este historiador no comulgue con nada de lo hecho durante gobiernos de plebeyos, como los de Perón. Pero salta a la vista que la historia de la ciencia que escribe tiene un sesgo político que objetivamente invalida su análisis.
Pareciera que la verdadera historia de la ciencia de Argentina (y quizá de toda la historia del país) solo pudiera ser escrita por un extranjero. Porque la mentalidad de nuestra gente, inclusive de gente joven como es este el caso, evidentemente no puede dejar de lado las antinomias que nos dividen desde la época colonial. Antinomias que entre otras cosas se reflejan en el manejo sesgado de la información que hace un historiador que pretende escribir nada menos que la “historia de la ciencia” en Argentina; por ahora y lamentablemente, con minúsculas. Pues creo que lo que pueda escribir este Diego Hurtado de Mendoza, difícilmente esté a la altura de "El Lazarillo de Tormes." Que terminen bien el domingo!!!
- “Durante la década de 1.950 [notar que se remitió a una década, para obviar un año concreto y conflictivo para él: 1.950 -nota mía- ] se veía como la gran panacea y así la vendían las potencias - entre otras, los Estados Unidos -, porque vislumbraban un mercado muy promisorio de venta de reactores. La Argentina se embarcó en ese proyecto y hoy en día es un país nuclear que exporta tecnología de punta.”
Y digo acto fallido, porque habiendo mencionado a la energía atómica, Don Diego ya no podía obviarla en el reportaje. Por eso cuando enseguida la periodista le preguntó:
- "!¿Cómo se logró un desarrollo tecnológico de vanguardia en un país tan traumático como la Argentina?," su respuesta no aclaró nada, diciendo:
- "La historia de la ciencia local se explica perfectamente al ritmo de crisis económicas y golpes militares. Sin embargo, el desarrollo nuclear fue más bien atípico. A diferencia de la universidad, pudo atravesar todos esos cataclismos (Noche de los Bastones Largos, hiperinflación, rodrigazo, golpe del 76, vuelta a la democracia, crisis económica del 89) con cierta continuidad.” En esta respuesta ya se perfila el escamoteo de Don Diego respecto a la verdadera historia del origen de la Comisión Nacional de Energía Atómica – CNEA-
Enseguida Don Diego forzó la introducción del nombre de Perón, que había obviado al mencionar el surgimiento de la ciencia atómica en Argentina, presentándolo no como su mentor, sino como el responsable de “…el caso más traumático y bochornoso de la historia de la ciencia en nuestro país.” Pero se abstuvo de decir que la CNEA fue el saldo más que positivo de aquél “bochorno.” Porque la CNEA fue creada el 31 de mayo de 1.950 por Decreto Nº 10.936/50, merced al interés de Perón por la energía atómica recientemente descubierta y que en sus pasos preliminares dio lugar a aquellas circunstancias que Don Diego denominó “bochorno.” Y cabe aclarar que entonces la Argentina NO SE EMBARCÓ EN NINGÚN PROYECTO como dijo este historiador (ver subrayados previos), puesto que el proyecto atómico de Argentina fue totalmente propio e independiente.
Y si dio lugar a lo que este consideró “bochornoso”, fue porque los pasos erróneos que se fueron tanteando en un tema mundialmente casi desconocido, fueron luego magnificados por los mismos personajes que, rebosantes de prosopopeya, en Argentina siempre trataron de tapar el sol con la mano. En un esfuerzo por resaltar más aquél supuesto “bochorno”, Don Diego cometió otro acto fallido al referise a cómo se intentó el desarrollo nuclear en Brasil, al decir que:
- “Entraron por un lado más serio: la Universidad de Chicago, que fue donde Arthur Compton decidió instalar gran parte del proyecto Manhattan, donde Enrico Fermi realizó la primera reacción sostenida de fisión."
Muy acertadamente, la periodista en ese momento expresó:
- “Sin embargo, en este rubro, la Argentina llegó a un desarrollo propio que Brasil no alcanzó.” A lo cual este replicó:
- “Algunos historiadores de la ciencia brasileños también lo consideran así. Uno de ellos me preguntó en una ocasión cómo, si en la década del 30 teníamos el mejor sistema educativo de América latina y si teníamos trigo, petróleo y carne, estamos en la situación en que estamos.” Otra respuesta evasiva, escamoteando el verdadero origen de la CNEA, como una de las principales ramas de la ciencia de la cual Argentina debe enorgullecerse y cuya verdadera seriedad, en comparación con el proyecto brasileño supuestamente más serio, surge de los resultados de uno y otro.
Y cuando Don Diego se refirió a la aparición del INTI e INTA en 1.956 (y no es casual esta fecha que el historiador usa como jalón..!), lo hizo como si al INTA lo hubiesen sacado de la galera los que dieron el golpe militar de 1.955, obviando las importantes bases previas sentadas por el Instituto de Suelos y Agrotecnia (de existencia aún anterior a los primeros gobiernos de Perón).
Por la prosapia a la que induce su nombre y por sus contactos explícitos con Mario Bunge y su también explícita admiración por Ernesto Sábato, sería explicable que este historiador no comulgue con nada de lo hecho durante gobiernos de plebeyos, como los de Perón. Pero salta a la vista que la historia de la ciencia que escribe tiene un sesgo político que objetivamente invalida su análisis.
Pareciera que la verdadera historia de la ciencia de Argentina (y quizá de toda la historia del país) solo pudiera ser escrita por un extranjero. Porque la mentalidad de nuestra gente, inclusive de gente joven como es este el caso, evidentemente no puede dejar de lado las antinomias que nos dividen desde la época colonial. Antinomias que entre otras cosas se reflejan en el manejo sesgado de la información que hace un historiador que pretende escribir nada menos que la “historia de la ciencia” en Argentina; por ahora y lamentablemente, con minúsculas. Pues creo que lo que pueda escribir este Diego Hurtado de Mendoza, difícilmente esté a la altura de "El Lazarillo de Tormes." Que terminen bien el domingo!!!
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